La ketamina, conocida científicamente como un agente anestésico no volátil, fue sintetizada en 1962 y comercializada en 1965 bajo diversas marcas. Originalmente diseñada para uso humano y veterinario, sus efectos psicodislépticos fueron descubiertos posteriormente, al observar que los pacientes experimentaban alucinaciones al salir de la anestesia. Esta propiedad ha llevado a su uso en el tratamiento de diversas condiciones psiquiátricas, como la depresión resistente al tratamiento y el trastorno de estrés postraumático.
Sin embargo, la ketamina también se convirtió en una droga de abuso, especialmente popular en entornos de música electrónica como discotecas y raves. Su consumo se extiende a espacios más íntimos y relajados, donde los usuarios buscan sus efectos disociativos y alucinógenos. Un estudio reciente reveló que un 32% de los jóvenes considera la ketamina como una droga "no peligrosa", a pesar de los riesgos asociados a su uso.
Un perfil de consumidor variado y complejo
El perfil del consumidor de ketamina es variado y no se limita a un solo tipo de usuario. Mayoritariamente, los consumidores son policonsumidores que también utilizan otras drogas como cocaína, speed, cannabis y alcohol. Las formas de consumo de la ketamina incluyen líquido incoloro, polvo blanco, comprimidos y cápsulas, permitiendo su administración por vías intravenosa, intramuscular, rectal, nasal, pulmonar y oral. Este amplio espectro de formas de administración facilita su uso en diversos contextos y por diferentes métodos.
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El multimillonario Elon Musk reveló en una entrevista que ha consumido ketamina bajo prescripción médica para tratar su depresión, lo que ha generado un interés renovado en los usos clínicos de la sustancia. La ketamina, bajo supervisión médica, difiere significativamente en su perfil de seguridad en comparación con su uso recreativo no regulado. Las dosis controladas en entornos clínicos pueden minimizar los riesgos y maximizar los beneficios terapéuticos.
Efectos y riesgos asociados al consumo de ketamina
Los efectos de la ketamina varían ampliamente dependiendo de la dosis, la vía de administración y las características individuales del usuario. A dosis bajas, produce experiencias disociativas intensas y psicodélicas, mientras que a dosis más altas actúa como un potente anestésico. Los consumidores pueden experimentar un estado de disociación, sensación de flotación, alucinaciones y dificultades para moverse. Sin embargo, estos efectos pueden venir acompañados de riesgos significativos, incluyendo la posibilidad de dependencia y efectos adversos tanto a corto como a largo plazo.
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En cuanto a los efectos psicológicos y neurológicos, los usuarios pueden enfrentar confusión, dificultad para concentrarse, ansiedad, paranoia y pérdida de memoria a corto plazo. Los efectos físicos incluyen aumento de la presión arterial, náuseas, vómitos, dolor de cabeza y mareos. Además, el uso crónico de ketamina puede llevar a daños en la vejiga y el tracto urinario, conocido como cistitis intersticial inducida por ketamina, además de daño hepático y deterioro cognitivo.